Ciudadanía Metropolitana

El futuro son las áreas metropolitanas

El Concejo Municipal de Soacha aprobó el proyecto de acuerdo que permitirá a la administración municipal gestionar el ingreso a la Región Metropolitana Bogotá – Cundinamarca, un paso enorme en entender cómo se solucionan los problemas de las personas y las comunidades, más allá de los intereses individualistas de los políticos que buscan el beneficio particular. Si eso mismo lo entendiera La Calera u otros pueblos dormitorios, muchos serían los beneficios en infraestructura que tendrían sus habitantes.

La figura de “región metropolitana” busca asociatividad entre las autoridades de los municipios comprometidos y la Gobernación de Cundinamarca para avanzar en grandes soluciones a problemas ambientales, de movilidad, salud, pero sobre todo de seguridad, tema crucial que está agobiando a todo el país.

 De lejos, uno de los grandes secretos de Medellín es haber logrado años atrás que nueve municipios acordaran políticas comunes en materia de tránsito o asuntos ambientales; era lógico, los une un río, un valle, unas montañas y están conectados por carreteras y autopistas, ahora por grandes túneles, es más, el metro es un sistema en donde todos convergen. 

Las cosas en Bogotá, Cali y Barranquilla son distintas, y a los políticos de los pueblos dormitorios o colindantes de esas grandes capitales les puede la mezquindad y no avanzan en soluciones radicales para generar menos precariedad en sus municipios.

El tema de la inseguridad es vital cuando se aborda desde una ciudad-región y no desde la óptica de un solo pueblo aislado. Un accidente en una vía conectora entre dos municipios es problema para ambos, o cuando hay un asesinato en una zona, pero el cadáver aparece en otra; la estadística no es exacta cuándo se registra en el lugar en donde se hace el levantamiento y no en donde se comete el homicidio; parecen anécdotas, pero esos procedimientos oficiales son de gran calado, pues su solución es integral, no solo desde la óptica del municipio con menos o más crímenes.

Ni qué decir de las grandes obras: Bogotá es caso perdido en materia de salidas del gran distrito capital, porque no ha logrado trabajar con los municipios afectados, literalmente dormitorios, ni con la Gobernación de Cundinamarca. 

La Constitución de 1991 es muy municipalista, quiere decir que no le dio dientes a las gobernaciones, pero a su vez, los municipios no han desarrollado su posibilidad de trabajar en agrupaciones interpretando a los habitantes. Si muchos pueblos identificaran problemas comunes con sus vecinos y los solucionaran de manera integral, conjunta y concertados en grupo, la realidad nacional cambiaría y quizá la idea del siglo XIX de provincias vinculadas a regiones afines, volvería tomar vuelo.

Los problemas de Soacha son los de Bogotá; los de Bello son de Medellín; y los de Jamundí son de Cali; eso se puede ir agrupando, pero se llegará a situaciones como “los problemas de Cartago son de Pereira”, alertando que Colombia tiene serios problemas de distribución de su geografía, hecha al antojo de políticos de a caballo entre los siglos XIX y XX.

Los gobernantes deben agrupar problemas comunes en regiones, en paquetes de municipios para poder resolverlos, adiós a las ínsulas que quieren que el Estado les resuelva atrasos crónicos que no tienen solución; eso cambia la óptica de la educación, las vías, la salud, todas esas necesidades básicas insatisfechas a las que los gobiernos no llegan.

Fuente: larepublica.co – Nota Editorial