Ciudadanía Metropolitana

¿Existe la ciudad ideal? Así se están diseñando las urbes del futuro

Se insiste con frecuencia en la idea de que vivimos en un mundo más conectado y esto, entre otras muchas cosas, se traduce en que es más accesible. Es una ventaja a la hora decidir dónde vivir. Muchos, alrededor del 55% de la población mundial, según datos del Banco Mundial, se decantan por las ciudades, pero ¿Qué ingredientes hacen de una ciudad un lugar ideal para vivir?

El sistema sanitario, el educativo, la seguridad en las calles, la cultura, las oportunidades profesionales, las infraestructuras… son algunos de los factores que favorecen que un lugar sea bueno para vivir. Cada vez más, entre las cosas que importan se añade el deseo de que la hipotética ciudad de destino integre la vegetación en los espacios urbanos o lleve a cabo iniciativas ecológicas innovadoras. Es decir, que sea una ciudad responsable con el medio ambiente. Eso gusta.

Este tipo de ciudades resultan más atractivas también para los que ya viven en ellas o simplemente las visitan. “Cuando vas andando por la ciudad, ver todos los jardines, los árboles, los jardines verticales es algo que se agradece. Personalmente, lo echo mucho de menos en algunas ciudades de España”, es la primera impresión de Alberto Torres, CFO de Ezzing Solar, a su llegada a la ciudad francesa de Grenoble.

Aquí hace ya algún tiempo que el ayuntamiento alimenta una ambiciosa estrategia para lograr que la naturaleza gane presencia en la ciudad. Bajo el lema ‘Vegetaliza tu ciudad’, se está fomentando la apertura de jardines verticales y ya se han plantado más de 5.500 árboles en parques. Esto puede ser tanto en espacios públicos como también en los privados, porque cualquier vecino o comunidad de vecinos con un patio, azotea o terraza donde pueda crecer un árbol, puede solicitar alguno de los 600 árboles autóctonos o mediterráneos (arces, higueras, robles, sauces, pinos…) procedentes de viveros de proximidad que facilitan los gestores municipales de forma totalmente gratuita.

El objetivo es llegar a los 10.000 árboles en 2030 y que un 20% de la ciudad cuente con sombra arbolada. Es solo una de las muchas acciones que han valido a esta villa a los pies de los Alpes el título de Capital Verde Europea 2022.

El urbanismo de las últimas décadas se ha basado en crecer a toda costa y se ha olvidado del tejido de barrio tradicional. Al final, los habitantes huyen buscando la naturaleza más cercana para pasar el día, hacer deporte o, simplemente, para respirar otro aire.

Frente a este modelo, surgen los écoquartiers (ecobarrios), una alternativa de vecindarios que se planifican bajo criterios de sostenibilidad. Entre ellos, la utilización de materiales renovables, reciclados o reciclables, -como la madera o el poliestireno expandido por su capacidad de aislamiento-, el empleo de sistemas de construcción que maximicen la eficiencia energética de las viviendas, y la incorporación de zonas ajardinadas y espacios deportivos al aire libre.

Son nuevos distritos para vivir, pasear y hacer vida de barrio. Suelen ubicarse en solares abandonados o en antiguas zonas en desuso que en unos años dan un giro de 180 grados.

Grenoble cuenta con cinco distritos con esa etiqueta: De Bonne (ubicado sobre un antiguo complejo militar en desuso), Bouchayer-Viallet, Blanche-Monier, Flaubert (lo que antes era una nave industrial, ahora se ha convertido en un amplio espacio en el que se realizan todo tipo de actividades culturales) y La Villeneuve, última en incorporarse a ese selecto grupo de barrios revitalizados.

A estos ecobarrios se suma La Plage, un espacio al aire libre que incluye una playa urbana. Hasta aquí se acercan los vecinos de Grenoble para practicar todo tipo de deportes, especialmente, los que se juegan sobre arena.

Jorge Nacenta nació en España, pero desde hace 9 años vive en Grenoble, donde trabaja como investigador en nanoelectrónica. Reconoce que los ecobarrios modifican algunos hábitos urbanitas y reconcilia al ciudadano con su ciudad. “En Francia, cuando la gente tiene cierto nivel adquisitivo y hay campo cerca, tienden a irse fuera a vivir. Pero si quitas coches, facilitas los desplazamientos en bicicleta, peatonalizas algunas zonas y creas entornos con más calidad de vida, se quedan” apunta Nacenta.

Si, como apuntan los datos del Banco Mundial, las ciudades van a seguir siendo un polo de atracción, implementar formas de desarrollo sostenible en las grandes urbes no es un capricho, es muy necesario. Así lo destacan Ricky Burdett y Philipp Rode en el libro Shaping Cities in an Urban Age: la única forma de evitar que las ciudades colapsen bajo la masificación es rediseñar los espacios urbanos para transformarlas en espacios amigables donde se pueda trabajar, descansar o disfrutar del ocio con calidad de vida y sin comprometer la supervivencia del planeta.

Grenoble inspira, pero no está sola en esto. Sustituir asfalto por zonas ajardinadas y peatonalizar forma parte del nuevo urbanismo, ese que busca hacer ciudades más amigables, pero también, más sostenibles.

Así son las Superilles (Supermanzanas) en Barcelona, un proyecto que ya ha modificado la fisionomía del barrio de Sant Antoni y Sant Martí transformando en plazas con vegetación, columpios o zona de paseo, lo que antes eran glorietas para el tráfico rodado. En el municipio madrileño de Rivas Vaciamadrid o en Valencia ya se renaturalizan los alcorques, ese pequeño espacio alrededor de los árboles urbanos, mientras que Salamanca saca pecho por sus nuevos huertos urbanos a orillas del Tormes y su inminente plan de ‘corredor verde’ para recuperar 13 kilómetros de páramos inutilizados a orillas del río.

Para Jaime Martín Juez, Transformación Industrial y Economía Circular en Repsol, estas iniciativas son la senda que deben seguir las ciudades españolas porque “tienen que hacerse resilientes al cambio climático. Para ello, tenemos que empezar a hibridar la vegetación en las ciudades. No solo en jardines o parterres, también en tejados y fachadas para conseguir que baje la temperatura urbana. Y apostar por edificios pasivos más eficientes desde el punto de vista energético”, explica.

‘Cierra, que se escapa el gato’. Esta frase estaba siempre en boca de nuestras abuelas para recordarnos que había que cerrar la puerta para que no se escapara el calor del interior de casa en invierno. Pero incluso con todo cerrado, cuatro de cada cinco edificios en España no cuentan con el aislamiento térmico adecuado, según datos de Greenward Partners.

Lo que ocurre es que son edificaciones con más de 40 años donde el calor interior se escabulle y se cuelan filtraciones de aire frío desde el exterior.

Por ello, Martín Juez insiste en que “transformar todo nuestro parque inmobiliario puede suponer una gran ventaja desde el punto de vista de competitividad como país”. Para ello, es necesario un planteamiento urbanístico que permita, por un lado, “reformar lo que ya existe apostando por eficiencia energética, aislamiento, paneles solares y comunidades energéticas” y, por otro, “plantear nuevas aproximaciones arquitectónicas con áreas en las que se pueda caminar, se pueda transitar y se utilice más el transporte público”, detalla.

Para esa primera parte de la solución, la de evitar que el calor de dentro de casa se escape por las paredes que dan a la calle, la opción más eficiente es aplicar un buen sistema de aislamiento térmico en la fachada exterior (conocido como SATE). Otro paso es fomentar el autoconsumo con sistemas de generación de energía sostenible, como las placas solares.

A la hora de optar por una instalación solar – explica Alberto Torres, CFO de Ezzing Solar – hay tres alternativas: “En primer lugar, podemos elegir el autoabastecimiento total con paneles solares y la posibilidad de guardar el excedente en baterías. En segundo lugar, tenemos la opción del autoabastecimiento y, a la vez, estar conectado a la red para momentos de necesidad puntual. Estas son las soluciones habituales en viviendas unifamiliares. Por último, existe la posibilidad de instalar paneles solares en edificios y compartir esa energía entre los vecinos cercanos, esto es lo que se llaman comunidades solares”. Uniendo ambas palancas se puede lograr entre un 50% y un 80% de ahorro en la factura. Ya lo dice Martín Juez: “para luchar contra el cambio climático, cuanto más ambiciosos, mejor”.

Fuente: Diario La Vanguardia