Unas semanas atrás mantuve una conversación con el Concejal de Desarrollo Productivo de una ciudad intermedia argentina y su equipo técnico.
En esa ciudad tienen un plan de desarrollo, aparentemente bien estructurado y definido, en buena parte, por un grupo de 70 ciudadanos organizados en 12 grupos de trabajo. Después de una completa descripción de todo el recorrido que ha hecho la ciudad bajo el Intendente actual, quien está en su segundo mandato, el Concejal me acabó planteando los dos problemas que les preocupan. Esos dos problemas son:
Voy a daros mi respuesta a estas dos preguntas.
1. ¿Cómo se consigue mantener en el tiempo el proceso de desarrollo?
Esta pregunta, en realidad debe entenderse como: “¿Cómo puedo asegurar que, cuando yo ya no esté al frente de la ciudad, este proyecto siga adelante?”
Eso es, la autoridad actual, quien está impulsando el proyecto, no quiere que el proyecto muera a la vez que su mandato institucional sino que espera que siga adelante hasta conseguir su objetivo que es la transformación de la ciudad. Y este deseo coincide con el interés de la ciudad puesto que la ciudad necesita un proyecto de largo plazo para superar sus déficits y proyectarse al futuro.
Para que el plan no muera al desaparecer su impulsor, la solución parece obvia: es el conjunto de la ciudad quien debe apropiarse del proyecto; es decir que el proyecto debe construirse apoyándolo en el conjunto de los actores locales, en todos ellos. Cuando son la administración pública, la academia, la empresa y el resto de la sociedad civil quienes, conjuntamente, apoyan el plan, será difícil que el proyecto decaiga. Porque ese apoyo significa que los múltiples proyectos que surgen de ese plan provienen de todas las partes de esa sociedad local. Habrá entre ellos proyectos de ciudad de la municipalidad como los habrá de la universidad, de los sectores empresariales y de los sectores sociales. Todos ellos avanzando hacia el proyecto de futuro compartido. Y, en ese caso, los actores locales no dejarán que el recién llegado -la nueva autoridad local- intente echar abajo todos los esfuerzos ya realizados (y las inversiones aportadas) por el conjunto de actores.
Para ello, es necesario, además, que también la oposición política sea integrada al proyecto y aporte su complicidad a ese consenso de la sociedad local. Esa es la mejor forma de conseguir que, en caso de cambio de gobierno, la continuidad del proyecto de ciudad ni siquiera se vea sometida a discusión.
2. ¿Cómo “desmunicipalizamos” el proyecto?
La pregunta misma es positiva puesto que significa que ese gobierno local da por supuesto que el desarrollo no puede correr exclusivamente a cargo del Ayuntamiento sino que es necesario que cada uno de los actores locales haga sus aportaciones al mismo.
Lo que mi interlocutor entiende por desmunicipalizar es ampliar el radio de las responsabilidades al resto de los actores locales, más allá de la municipalidad. Es decir, que su pregunta es ¿Cómo conseguimos que más actores locales, además de la Municipalidad, se impliquen en la implementación de proyectos para contribuir al desarrollo de la ciudad?
La respuesta parece obvia. Si quieres que otros se sumen a tu plan hasta el punto de implicarse en su ejecución y aportando, incluso, recursos propios, lo que debes hacer es darles entrada en la sala de mandos desde el primer día. Debes pensar que tu plan no puede ser solo tuyo sino que debe ser el plan de todos. Para eso, es imprescindible permitir que esos otros actores tengan también voz y voto en las decisiones de hacia dónde debe avanzar la ciudad. Debes empezar por co-definir con ellos ese proyecto de ciudad. ¡Qué más normal que el hecho de que los distintos actores de un territorio sean los que definan, conjuntamente, el futuro al que aspiran!
Conclusión: se requiere un cambio de cultura política
Las dos preguntas tienen la misma contestación como se deduce de las respuestas que he dado.En efecto, solo cuando los actores del territorio comparten un objetivo de desarrollo de largo plazo, y lo hacen como un equipo, el territorio tiene probabilidades de alcanzar ese objetivo.
Y para conseguir esa unidad de objetivo y de voluntades, es imprescindible que tengamos autoridades que entiendan el concepto de liderazgo colaborativo. La actitud por la que la autoridad lidera, convoca, llama a sus conciudadanos a definir juntos el camino a seguir en el futuro y a trabajar juntos para alcanzar los objetivos comunes.
Solo esta forma de liderazgo puede permitir, a la vez, aunar las fuerzas de los distintos actores y, así, asegurar la continuidad del proyecto más allá del periodo de gobierno en que se pone en marcha el plan y su implementación.
Ese lector incrédulo debe pensar que no se trata de pedir a todos los bandos políticos que pasen a defender las mismas ideas. Eso no tendría sentido. Pero sí lo tiene el esperar que, al presentarse a unas elecciones, todos los colores políticos coincidan, honestamente, en su afán de hacer progresar al territorio que aspiran a dirigir aunque cada uno defienda su propio camino para ello.
Por todo eso, tal como le dije al Concejal que me estaba consultando, su ciudad necesitaba 1) definir un objetivo de ciudad a largo plazo (por ahora no lo tienen y solo disponen de un puñado de objetivos por ámbitos) y 2) que era imprescindible que ese objetivo, que tiene que ser común para todos los ciudadanos y sus distintas instituciones, fuera definido por todos para alcanzar un objetivo de ciudad de consenso.
Y, claro está, esas recomendaciones son válidas para cualquier ciudad o región que aspire a transformarse en los próximos años.