Hace décadas, la canción Divino Maravilhoso, interpretada por Gal Costa, llamó la atención sobre la necesidad de que la población esté alerta y fuerte ante los peligros de vivir en un régimen represivo y dictatorial, pero sobre todo de la importancia de resistir. No importa cuánta adversidad haya, hay una belleza intrínseca en el acto de luchar por la justicia y la libertad. La expresión “maravilloso divino” nos señala la necesidad de reconocer la relevancia de cada contexto histórico específico, incluso frente a sus dificultades.
Tomando prestado este análisis de la música para reflexionar sobre nuestras ciudades, primero es posible decir que debemos estar atentos y ser fuertes. En segundo lugar, no todo es divino ni todo es maravilloso, por lo que la sociedad necesita “reconocer” su “maravillosa divinidad” como punto de partida para la conciencia y la acción.
Respecto a las ciudades, se puede decir que continúan sufriendo transformaciones de diverso orden (económico, social, cultural, político, institucional), que, en su mayor parte, han afectado negativamente la calidad de vida y el bienestar de las personas, y comprometió el desarrollo de sus territorios.
Así, y considerando que aproximadamente el 55% de la población mundial vive en ciudades, siendo este porcentaje aproximadamente del 85% en Brasil, nos parece claro que se presentan un conjunto de desafíos, pero también oportunidades, para los gestores locales, particularmente cuando se considera el tema de Gobernanza Urbana en el marco que se fija para las políticas urbanas a la luz de la Nueva Agenda Urbana (ONU-Hábitat) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS-ONU).
ONU-Hábitat define la gobernanza urbana como el proceso a través del cual los gobiernos nacionales y subnacionales, así como las partes interesadas, deciden colectivamente cómo planificar, financiar y gestionar las áreas urbanas (NAU, ONU-Hábitat, 2020).
Hablar de Gobernanza Urbana -actualmente, y más aún considerando el horizonte de futuro que se avecina- es hacer una especie de llamado a que diferentes actores (institucionales y no institucionales) se unan en base a intereses, propósitos y objetivos comunes basados en la activación. de recursos, habilidades, capacidades y habilidades diversas con miras a intervenir en la complejidad de la sociedad, en general; y en las políticas urbanas y metropolitanas, en particular.
Desde esta perspectiva, se toma como referencia la siguiente definición y principios de gobernanza urbana de ONU-HABITAT: toma de decisiones transparente; participación e inclusión; subsidiariedad y proporcionalidad; cooperación y eficiencia y digitalización y gestión del conocimiento. La gobernanza urbana tiene las siguientes acciones ilustrativas: gobernanza multinivel; gobernanza metropolitana; participación de las partes interesadas y capacidad fiscal y de recursos humanos (NAU, ONU-Hábitat, 2020).
En este contexto, hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles (ODS 11) nos parece algo que requiere una Gobernanza Urbana atenta y fuerte. Por un lado, presta atención, por ejemplo, a los diferentes problemas sociales, ambientales, políticos, económicos y físico-territoriales que afectan en gran medida a nuestras ciudades y poblaciones. Por otro lado, la Gobernanza Urbana necesita ser fuerte no sólo para enfrentar estos problemas, sino también para estructurar modelos de planificación y gestión urbana que apoyen efectivamente las políticas estatales, no las políticas gubernamentales. Políticas capaces de operacionalizarse en diferentes escalas de acción (intraurbana, urbana y metropolitana, por ejemplo) y que se orientan en función de la tríada planificación – desarrollo – territorio. En definitiva, políticas que contribuyan efectivamente a lograr la justicia social en las ciudades.
La Gobernanza Urbana debe basarse en capacidades gubernamentales que puedan orientar diferentes territorios a partir de la movilización de un conjunto de activos, instrumentos (económico-financieros, por ejemplo) y recursos político-institucionales, con miras a promover el desarrollo urbano y metropolitano. En particular, se considera la existencia de problemas, funciones y servicios de interés común para los municipios a escala metropolitana.
Ahora, no tenemos tiempo -menos aún los gobiernos municipales- para “temer a la muerte”, y menos aún para ignorar el factor metropolitano como algo concreto, expresión de procesos socioespaciales, económicos y políticos, y no sólo como un mero formalismo institucional, que afecta negativamente la calidad de vida de las ciudades y su proceso de desarrollo.
Ante esta situación, parece estar en común la necesidad de mejorar y fortalecer la legislación urbanística, como medio para promover cambios en el tratamiento de las cuestiones urbanas, a pesar de la urgente necesidad de afrontar el retroceso ocurrido en el último período. en la formulación y en la implementación de políticas habitacionales y urbanas. Semejante retroceso resulta directamente de la lógica eminentemente económica, rentista y privatista que, además de provocar un desajuste entre dichas políticas, contribuye al incumplimiento de principios y directrices claramente establecidos en el Estatuto de la Ciudad y en la Ley Nacional de Vivienda de Interés Social. Política .
Para las próximas elecciones, la población necesitará estar alerta y fuerte para resistir los peligros inherentes a administraciones que en el discurso –a veces sutil, a veces no tanto– y en la práctica defienden (y practican) acciones que tienden a conducir a un aumento de la violencia. las desigualdades socioespaciales, la degradación ambiental, la exclusión social, la no aplicación de derechos sociales básicos y la deconstrucción de canales y espacios de participación social.
Las próximas elecciones municipales son, por tanto, una importante oportunidad para que futuras administraciones busquen desarrollar estrategias de acción que favorezcan la participación social, la gestión (inter)urbana basada en prácticas de cooperación horizontal y vertical, así como la planificación y gestión en un enfoque multiescalar. y perspectiva intersectorial.
En la práctica, los gobiernos municipales necesitan hacer uso -de manera atenta y contundente, y no sólo de manera “protocoloca”- de instrumentos como el Estatuto de las Ciudades, a pesar de su enorme relevancia en términos de directrices para la promoción de una sociedad más modelo de desarrollo democrático y sostenible. Además, los gobiernos locales deben establecer y/o fortalecer mecanismos destinados a fortalecer canales y espacios de participación social, con miras a mejorar la gobernanza urbana.
Fortalecer la gobernanza urbana implica necesariamente comprender las dinámicas socioespaciales, económicas, culturales y político-institucionales que ocurren en diferentes espacialidades, especialmente a escalas urbana y metropolitana, así como adoptar estrategias de acción que puedan abordar dichas dinámicas. Una vez más, es necesario prestar atención a instrumentos como el Estatuto de la Metrópoli, para tomarlo –no aisladamente, sino en relación con otros instrumentos– como una referencia importante para lograr avances en relación con la estructuración de una política urbana capaz de dialogar con el federalismo brasileño.
En este sentido, el desafío de promover la cooperación interfederativa sigue fuertemente presente, lo que hace aún más complejo el alineamiento entre la política urbana y sus interfaces con las políticas regionales. Aún así, y una vez más considerando las próximas elecciones municipales, se entiende que los futuros gestores electos/reelegidos puedan hacer uso de instrumentos como el Plan Participativo Plurianual para predecir programas, acciones y recursos para fortalecer la gobernanza urbana. Esto implica incorporar al proceso de planificación gubernamental diagnósticos y estrategias de acción que consideren diferentes escalas.
Además, es esencial estructurar políticas, programas y proyectos destinados a abordar problemas exclusivamente locales, pero también aquellos que son supralocales, en particular problemas de interés común. Aquí es fundamental que las futuras administraciones creen y/o mejoren los medios para potenciar la cooperación interfederativa, esencial para llevar a cabo la planificación/gestión colectiva de las políticas públicas.
En última instancia, lo “maravilloso divino” parece darnos pruebas contundentes de que tener una gobernanza urbana adecuada requiere, indispensablemente, conciencia y acción por parte de la sociedad. Y, como ya se mencionó, las próximas elecciones municipales podrían representar un momento histórico único en el sentido de transformar las ciudades y su gobernanza con miras a mejorar efectivamente la calidad de vida de la población y el desarrollo de los diferentes territorios.
Fuente: BrasildeFato
Autora: Glenda Dantas Ferreira – Observatorio das Metrópoles – Núcleo Rio de Janeiro