Los límites tradicionales de las ciudades son cada vez menos significativos y la coordinación entre los distintos niveles de gobierno han pasado a ser más esenciales que nunca para garantizar lugares, servicios e infraestructuras inclusivas y sostenibles
Aproximadamente 2.600 millones de personas –es decir, un tercio de la población mundial– pueden beneficiarse de un cambio en la forma de pensar, planificar y gestionar las zonas urbanas y rurales. Desde la vivienda asequible hasta el transporte público y las políticas de igualdad de género, las ciudades tienen una gran capacidad para cambiar las cosas. Vivimos, estudiamos, trabajamos y cuidamos de amistades y familiares más allá de las fronteras de nuestro municipio. La vida de las personas no se rige por los límites administrativos invisibles y artificiales que delimitan nuestros territorios. Sin embargo, el carácter de nuestras urbes tiene un gran impacto en el día a día de la ciudadanía, en la gestión de recursos, como el agua y la energía, que vienen de fuera de sus límites administrativos y en la huella ecológica. Esta interrelación entre las ciudades y su entorno exige repensar lo urbano más allá de las fronteras administrativas tradicionales.
Cada 7 de octubre, el Día Mundial Metropolitano conmemora la adopción de la Declaración de Montreal sobre las Áreas Metropolitanas y reúne a líderes políticos de todo el mundo para compartir soluciones innovadoras a los retos de nuestras comunidades y del planeta.
Este año, Barcelona, Berlín, Bruselas-Región Capital, Bucarest, Montevideo, Rosario y San Salvador han ido un paso más allá al firmar la petición liderada por Metropolis, la red de grandes ciudades y áreas metropolitanas, para la oficialización del Día mundial metropolitano ante la Asamblea General de la ONU. Con su firma, estas metrópolis están pasando a la acción y liderando la creación de áreas urbanas más integradas para mejorar la calidad de vida de la población y responder a la emergencia climática.
Esta petición política pone en primer plano una cuestión crucial: las ciudades están en expansión y son cada vez más interdependientes con otros municipios, sus periferias rurales y las regiones. Sus límites tradicionales son cada vez menos significativos y la coordinación entre diversas áreas y niveles de gobierno es más esencial que nunca para garantizar lugares, servicios e infraestructuras sostenibles. Sin embargo, los esfuerzos por gestionar y planificar a escala metropolitana se ven a menudo socavados por límites administrativos y políticos, disputas por competencias y una falta de visión estratégica compartida. Aunque estas cuestiones ligadas a la gobernanza puedan parecer triviales, cuando las ciudades no consiguen conectar barrios y áreas periféricas con servicios de calidad y oportunidades, la ya existente pobreza y segregación socio-espacial en ellas se ven agravadas. En este sentido, es vital pensar en clave metropolitana para así asegurar el contrato social, apostar por una vivienda digna, fomentar el acceso a la educación y al empleo y cuidar del medio ambiente y nuestros recursos naturales compartidos.
En definitiva, gobernar a escala metropolitana significa eliminar las barreras que nos separan para así garantizar el derecho a la ciudad y a la metrópoli para todas las personas. Esta deuda con la población es, sin duda, una responsabilidad política con la que están comprometidas las firmantes de la petición para hacer del Día Mundial Metropolitano un día internacional oficial con entidad propia.
Desde 2018, esta campaña de Metropolis y ONU-Hábitat ha promovido un mejor futuro y ha animado a los líderes mundiales a reafirmar sus compromisos para lograr el desarrollo sostenible desde una perspectiva más amplia. Dado que el 60% de la población urbana mundial vive en áreas metropolitanas, es crucial seguir creando territorios más integrados que hagan avanzar la justicia social, económica, medioambiental y espacial.
Fuente: Diario El País
Autora: LAURA VALDÉS