Catástrofes como el huracán Dorian, el enorme incendio en la Amazonia, las masivas movilizaciones de jóvenes en ciudades y el mensaje de Greta Thunberg en la Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU en Nueva York, sensibilizan sobre los problemas climáticos y ambientales.
Un planeta más contaminado, que degrada y agota peligrosamente los recursos naturales, que se está calentando rápidamente provocando catástrofes, refleja claramente la necesidad de priorizar dos cuestiones en este siglo: el cambio climático y la sostenibilidad ambiental del desarrollo.
Los últimos datos científicos indican que siguen aumentando la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, la temperatura media respecto a la época preindustrial y el nivel del mar. Y que las propuestas elaboradas por los países que firmaron el Acuerdo de París para luchar frente al cambio climático y evitar un crecimiento de 2°C de la temperatura a 2100, no alcanzan para revertir una situación que se agrava. Se impone más ambición, políticas concretas y cumplimiento de metas a más corto plazo en todos los países comprometidos.
Cuando en 2015 se lanzaron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU el documento original se tituló: “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible”, apuntando a promover prosperidad, erradicar la pobreza y la desigualdad, cuidando el ambiente y el planeta con un modelo más justo y equitativo. Es también una crítica a la economía que no tuvo en cuenta los límites de la naturaleza, su capacidad de regeneración y amortiguación de impactos, al consumo desenfrenado, derrochador, a las prácticas contaminantes, a modos de producción y consumo que ponen en riesgo el futuro.
En un mundo cada vez más urbanizado, los mayores retos para el desarrollo sostenible surgen en los territorios (ciudades, municipios, regiones). Porque allí se concentra la población y la actividad económica, se generan residuos y los GEI, se consume energía, se distribuye el espacio, se planifica la ocupación del suelo, las infraestructuras y viviendas, las redes de comunicación y servicios, el transporte, etc. En las ciudades vivimos y nos relacionamos, entre nosotros y con la naturaleza asumiendo los impactos ambientales y climáticos.
La actividad económica requiere rentabilidad y competitividad; la sociedad pretende bienestar y calidad de vida; el ambiente el cuidado de los recursos naturales y la no contaminación. Esto no es antagónico, si implica políticas públicas acordes, innovación en la gestión de las ciudades para demostrar que es posible.
Es entonces responsabilidad de los gobiernos locales convocar a los actores económicos y sociales a compartir ideas, proyectos y acciones buscando equilibrio entre economía, inclusión social y cuidado del ambiente, con nuevos comportamientos de empresarios y ciudadanos. Planificar el desarrollo sostenible incorporando una agenda ambiental y climática es una tarea que desafía a la ciudad y sus capacidades en el siglo del conocimiento, los avances científicos y la revolución tecnológica.
Las actividades económicas y humanas no pueden abastecerse de recursos naturales y energéticos como si fueran inagotables. Producción limpia y no contaminante, utilizando eficientemente los recursos (materiales, agua, energía) y consumo responsable, son prácticas necesarias en este sentido.
Hay que pasar de una economía lineal (producir, usar y tirar) a una economía circular, reparadora y regenerativa, alargando la vida de los productos y su uso, generando menos GEI y residuos, reutilizando o reciclando desechos en círculo.
Un Plan Municipal de Eficiencia Energética y Energías Renovables como el que desarrolla la Red Argentina de Municipios frente al Cambio Climático (RAMCC) para reducir consumos, usando equipos más eficientes y con nuevos comportamientos para eliminar derroches o mal uso, es consensual y beneficia a la economía, el ambiente y la sociedad. Los edificios y su climatización, los vehículos, los artefactos, el alumbrado público y la iluminación con LED y diseños adecuados, las viviendas, la capacitación de ciudadanos, entre otras, son blanco de acciones con buenos resultados.
Las energías renovables. Solar fotovoltaica sobre todo, ahora fortalecida por la posibilidad de generación distribuida entregando excedentes a la red, la eólica donde hay condiciones y el aprovechamiento de biomasa para generar energía y abono, van a progresar en un contexto de reducción de precios de equipos y aumento de tarifas.
La RAMCC también desarrolla un Plan Local de Acción Climática hacia 2030 en los municipios, haciendo un inventario de GEI y evaluando riesgos climáticos, para después planificar medidas de adaptación y mitigación reduciendo emisiones y mejorando sumideros.
La Gestión de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU) para proteger el medio ambiente y la salud de las personas, también puede generar beneficios económicos y sociales. Todos los residuos pueden tratarse con el principio de las R: Reducir, Reutilizar y Reciclar, y también para generar energía.
Movilidad sostenible. Fomentar el uso de transporte público, bicicletas, caminar, vehículos eléctricos, contribuye a disminuir emisiones GEI y menor consumo energético. También con obras que den prioridad al peatón sobre los vehículos y a la vez favorezcan el cambio cultural para consumir menos combustible y evitar accidentes.
Los parques y plazas verdes, el espacio público, son lugares de encuentro, integradores y saludables si se adecuan para su uso; y hasta se pueden utilizar como reservorios temporarios de excedentes de agua de lluvia.
El arbolado urbano brinda servicios ambientales extraordinarios para nuestra calidad de vida y cumple una función fundamental para el clima y el ciclo del agua.
El agua potable, en cantidad y calidad para todos cuidando derroches por consumo y pérdidas en la red, como también las cloacas, son fundamentales para una vida digna.
La infraestructura que se construye en la ciudad, por ejemplo el pavimento, debe contemplar la ocurrencia de lluvias más abundantes y en corto tiempo, con escurrimiento de mucha agua por superficie, cuando no hay desagües suficientes o absorción por falta de tierra.
La ciudad sostenible debe desarrollar resiliencia ante desastres climáticos, reducir su vulnerabilidad ante amenazas y riesgos, y prepararse convenientemente ante eventuales sucesos.
La planificación urbana y el ordenamiento territorial deben contemplar la actividad económica, el respeto por el medio ambiente y el cambio climático, con la participación de profesionales y sectores de interés para definir un plan que haga una ciudad más verde, baja en carbono, inclusiva y resiliente,
La transformación hacia la ciudad sostenible es un desafío para la política, que debe contar con funcionarios preparados y que sepan operar para este objetivo, y para la sociedad que debe comprometerse y protagonizar este proceso. La información compartida, la participación, la educación, la capacitación y formación de actores comunitarios del desarrollo, el fortalecimiento de las instituciones, el trabajo en red, son muy importantes para compartir una visión, estrategias, acuerdos, proyectos y programas para construir un futuro sostenible en el lugar de las iniciativas y las oportunidades.
Orlando Costa es Ingeniero Mecánico (UNLP). Fue Concejal e Intendente (1995-2007) de Bragado. Senador Provincial por la Cuarta Sección Electoral. Es Consultor en temas de Desarrollo Sostenible y Políticas Locales.