Te presentamos la ponencia de Claudio Augugliaro, sobre la importancia de la Gobernanza Metropolitana para el cumplimiento de las metas de los ODS:
“Agradezco a la Secretaría General de la Red Internacional de Promotores ODS por la invitación a ser parte de este Congreso.
Se me pidió que resumiera el principal reto que enfrentan las ciudades. Les voy a proponer analizar juntos algunas tendencias para llegar a enunciar ese desafío.
Todos Uds. conocen muy bien la importancia de los gobiernos locales en relación al cumplimiento de los ODS. En este sentido, recordemos que el 65% de las metas e indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, están ligados a gobiernos locales. Y que las Ciudades, tienen una referencia especial y única que se materializa en el ODS 11.
Los ODS representan un gran desafío para los gobiernos locales, en particular para el caso el caso de América Latina, donde encontramos que ese nivel de gobierno encuentra serias limitaciones en materia de recursos, de competencias y capacidades para plantear soluciones a las metas de la Agenda 2030. Y esto se verifica fundamentalmente en las ciudades intermedias, que hoy están adquiriendo una creciente relevancia.
América es la región más urbanizada del planeta, con más de 370 metrópolis de más de 300.00 habitantes, en un mundo que se encamina a tener un 75% de población urbana en 2050.
Esta tendencia al crecimiento de las ciudades va a seguir verificándose, sobre todo en los países de ingresos medios y bajos, donde el crecimiento anual del suelo ocupado por ciudades es de casi dos veces superior al que se da en los países de ingresos altos.
A consecuencia de este crecimiento de las ciudades en el territorio, comienzan a traspasarse los límites político–jurisdiccionales, consolidándose día a día nuevas realidades metropolitanas en nuestros países.
Algunos se refirieron al siglo XX como el siglo de las Ciudades. No tengamos dudas que el Siglo XXI va a ser el de las Metrópolis. Según ONU-Hábitat en 2020, 2600 millones de habitantes vivían en metrópolis, lo que representaba uno de cada 3 habitantes de nuestro planeta.
Las grandes ciudades y áreas metropolitanas concentran talento, innovación, recursos y empleo y son en ellas se produce el 60% del PBI global. Consecuentemente, son polos de atracción de los flujos migratorios, tanto internos como internacionales, lo que contribuye a la expansión de las mismas y a hacerlas más diversas.
Como contrapartida, las áreas metropolitanas presentan profundas desigualdades a su interior. El aumento de la segregación urbana representa un gran desafío en términos de cómo gestionar estas áreas.
Esta realidad la verificamos también a consecuencia de la pandemia del COVID-19, que ha golpeado de manera más dura en los barrios humildes y en los asentamientos informales de las ciudades, donde se calcula que, a nivel global, viven cerca de mil millones de habitantes.
La informalidad en el uso del suelo y la falta de planificación urbana son elementos que condicionan de forma negativa el crecimiento que se da en las metrópolis en América Latina.
El fenómeno metropolitano es relativamente reciente en la historia, por lo que todavía no se lo alcanza a comprender. Pretender que las áreas metropolitanas son una sumatoria de jurisdicciones en un espacio determinado implica claramente desconocer su verdadera naturaleza. Estas áreas son lo que podemos denominar un “ecosistema urbano”, diferente y superador de las partes preexistentes.
Estos problemas de percepción acerca del fenómeno de las metrópolis, nos han llevado en el pasado a continuar planteando la gestión del territorio de manera fragmentada, siguiendo una lógica que privilegia determinados intereses individuales o partidarios, por sobre los cambios institucionales que se requieren.
Creo que este es el gran desafío que tenemos por delante: diseñar un modelo de gobernanza metropolitana que permita hacer de la cooperación y la coordinación entre las distintas jurisdicciones, sumando también la mirada de los actores sociales, académicos y económicos, una apuesta por la equidad, por un mismo nivel de ciudadanía en toda la metrópolis y por un proyecto de futuro compartido para la región.
Hasta aquí, nos referimos a migración, cohesión social, pobreza, cambio climático, resiliencia, infraestructura, temas que son centrales en la agenda 2030, los cuales no pueden tener un tratamiento fragmentado en una misma área metropolitana.
En líneas generales, en América Latina, las regiones metropolitanas no tienen gobiernos electivos propios, por lo que un modelo de gobernanza debe aportar en la definición de políticas públicas, a partir de una mirada integradora y planificada del territorio.
Sólo a partir de este esquema de cooperación y coordinación, las áreas metropolitanas podrán enfrentar con éxito los desafíos de la Nueva Agenda Urbana.
Volviendo a nuestro subcontinente, encontramos países que han avanzado en el reconocimiento de las áreas metropolitanas y en la promoción de modelos de gobernanza: Brasil con el Estatuto de la Metrópoli, México, la experiencia del Valle de Aburrá en Colombia, a la que se suma ahora Bogotá-Cundinamarca, regiones de Bolivia, entre varias otros. En Argentina el tema de la gobernanza metropolitana no es un tema presente en la agenda política y ha quedado relegado sólo a los ámbitos académicos y de las organizaciones de la sociedad civil.
Creo que ha llegado el tiempo de redefinir la forma en que gestionamos nuestras metrópolis, atendiendo los imperativos de la Agenda 2030, y poniendo la mirada en el tiempo metropolitano que estamos transitando.
Muchas gracias.”