El área metropolitana no es un mero ámbito de gestión, es un espacio de naturaleza política. Se deciden actuaciones estratégicas (urbanismo, vivienda, movilidad, ciclo del agua…) que expresan valores en conflicto, dirimen modelos alternativos y generan impactos directos sobre la vida cotidiana. ¿No deberían, por tanto, esas políticas inscribirse en marcos de elección directa, deliberación democrática y control ciudadano? La población que teje cada día la ciudad metropolitana, ¿no debería constituir también su demos, el sujeto político de la metrópolis? Una nueva gobernanza en todo caso como oportunidad de cambio: de articulación de redes municipales cooperativas, de conexión con prácticas sociales, de orientación comunitaria.
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